domingo, 27 de julio de 2014

Sobre Los crímenes de la calle Morgue
























La norma en los narradores estadounidenses del Siglo XIX, era contextualizar. Se pensaba en un lector futuro, ajeno a la situación social y política en que se desarrollaría el hecho a punto de ser contado. Nathaniel Hawtorne (1804-1864), en el libro de cuentos Twice-Told Tales (1834) tiene introducciones que pasan por estudio socio-político para poder entender la historia de completa de EE.UU. en varias páginas. Lo tomo de ejemplo, pues Howtorne fue de los autores que tuvo mayor influencia en los escritores estadounidenses de su época. 

Edgar Allan Poe (1809-1849), por su parte, nos perfila una suerte de detective. La mente de Chevalier Auguste Dupin, es el personaje central, es el contexto, es el universo que nos importa; más allá de cualquier inflexión inherente a la humanidad.

…Silencioso, procede a acumular cantidad de observaciones y deducciones. Quizá sus compañeros hacen lo mismo, y la mayor o menor proporción de informaciones así obtenidas no reside tanto en la validez de la deducción como en la calidad de la observación. Lo necesario consiste en saber qué se debe observar. Nuestro jugador no se encierra en sí mismo; ni tampoco, dado que su objetivo es el juego, rechaza deducciones procedentes de elementos externos a éste. Examina el semblante de su compañero, comparándolo cuidadosamente con el de cada uno de sus oponentes. Considera el modo con que cada uno ordena las cartas en su mano; a menudo cuenta las cartas ganadoras y las adicionales por la manera con que sus tenedores las contemplan. Advierte cada variación de fisonomía a medida que avanza el juego, reuniendo un capital de ideas nacidas de las diferencias de expresión correspondientes a la seguridad, la sorpresa, el triunfo o la contrariedad. Por la manera de levantar una baza juzga si la persona que la recoge será capaz de repetirla en el mismo palo. Reconoce la jugada fingida por la manera con que se arrojan las cartas sobre el tapete. Una palabra casual o descuidada, la caída o vuelta accidental de una carta, con la consiguiente ansiedad o negligencia en el acto de ocultarla, la cuenta de las bazas, con el orden de su disposición, el embarazo, la vacilación, el apuro o el temor... todo ello proporciona a su percepción, aparentemente intuitiva, indicaciones sobre la realidad del juego. Jugadas dos o tres manos, conoce perfectamente las cartas de cada uno, y desde ese momento utiliza las propias con tanta precisión como si los otros jugadores hubieran dado vuelta a las suyas.

El escritor de literatura policíaca sabe que su misión es hacernos confiar en la capacidad de su personaje, para desenredar los nudos que van más allá de nuestras posibilidades. El Sr. Dupin es el piloto. Nosotros solo dormiremos y él, tal vez, nos despierte al llegar a nuestro destino.


Poe y Dupin

El carácter presumido y arisco de Auguste Dupin, no contrasta con el de su creador. Todo cuanto se crea, tiene raíz en lo real, imaginario, propio y ajeno. Jorge Luís Borges (1899-1986) tocó el tema de este tipo de literatura en su obra crítica. En una de las conferencias que componen el libro Siete Noches (1980), siempre que hacía mención de la narrativa policíaca, no dejaba de mencionar a Poe con Los crímenes de la calle Morgue, por ser el suceso que funda esta nueva visión, este nuevo género. Pero, algo que llama la atención en la maravillosa ponencia, es sobre Poe y su criatura.
…Creo que Poe tenía ese orgullo de la inteligencia, él se duplicó en un personaje, eligió un personaje lejano –el que todos conocemos y que, indudablemente, es nuestro amigo aunque él no trata de ser nuestro amigo-: es un caballero, Auguste Dupin, el primer detective de la historia de la literatura. Es un caballero francés, un aristócrata francés muy pobre, que vive en un barrio apartado de París, con un amigo.
Poe queda reflejado en Dupin. Y no solo como cualquier autor queda reflejado, en mayor o menor grado, en su obra. La esencia del oscuro escritor bostoniano está en ese detective aristócrata francés.


Puntos de vista

Un elemento importante en la narrativa policíaca son las diferentes versiones de cómo pudieron ocurrir los hechos: Un testimonio equivocado, alterado adrede o una simple conjetura. Esto depende mucho de la estrategia del autor. Tenemos a ocho testigos con versiones que, aunque coinciden en varios aspectos, en otros nos dejan preguntando ¿a quién le creo? Algunos de los testigos aluden a que la voz del presunto asesino era aguda, otros dicen que es áspera. Unos afirman que era un francés, otros no parecen estar tan seguros pero afirman que era un inglés o alemán o ruso. Unos declaran que el asesino gritaba sacré y mon Dieu, otros dicen que fue sacré, diable y mon Dieu. Son testigos con de distintos países, profesiones, nivel de cultura y visión de los hechos.

Los testigos no están de acuerdo sobre el tiempo transcurrido entre el momento en que escucharon las voces que disputaban y la apertura de la puerta de la habitación. Algunos sostienen que transcurrieron tres minutos; otros calculan cinco.

De esta forma, Poe logra sumergirnos en esa atmosfera oscura. Nos intriga, nos confunde. Es un mago moviendo las manos mientras realiza el truco usando los pies. El narrador (que somos nosotros acompañando a Dupin) sabe tan poco como nosotros. Nuestro detective pone un mensaje en el periódico para que un marinero (implicado no oficial en el crimen) se encuentre con ellos en un lugar apartado. Somos los últimos en enterarnos. 


Las referencias científicas

Los crímenes de la calle Mourge tiene un epígrafe de Sir Thomas Browne (1605-1682). No nos debe sorprender tanto. Poe se nutrió mucho del escritor inglés, en lo concerniente al uso de conceptos médicos. Browne dedicó su producción literaria a aspectos de la medicina, tocando temas espirituales, lo que influyó notablemente en el estadounidense.

Paul Dumas y Alexandre Etienne (médico y cirujano, respectivamente) son los primeros pretextos para mostrarnos un dominio cabal de procedimientos y terminología médica, por parte del autor. Luego llegará Dupin, cuyas observaciones superan la de los profesionales. Hay algo de ironía en ello, no sé si se ve. Esta es la ironía que, décadas después, retomará Sir Arthur Conan Doyle con el, nada molesto, Sherlock Holmes (aparece por primera vez en
1887). Holmes tiene un amigo con un “conveniente” nivel de cultura. Holmes trabaja al margen de las autoridades, siempre guiado por su ego. Holmes resuelve casos que Scotland Yard no puede. El detective británico utiliza el método deductivo, gracias a su amplio conocimiento sobre las ciencias y suele hacer quedar mal a los que se dedican a ellas. Holmes es hijo de Doyle y este último es un efecto secundario de Poe.  


Poe y el lector

Tengo amigos que, para no sentirse solos, asumen que Poe no pensaba en el lector. Era un romántico, pero esa teoría se cae en la rue Morgue. Me explico:

1-Un crimen ideado, antes de sentarse a escribir el relato. Poe piensa en un relato coherente. Piensa en un lector que repetirá la lectura, una y otra vez, buscando un error.

2-Un narrador testigo, anónimo y torpe. Este se sorprende constantemente, pues el efecto que se busca en nosotros.

3-Versiones confusas de los testigos, para enredarnos.

El escritor de literatura policíaca (novela o cuento) es un prestidigitador que necesita audiencia.
La aspiración es que el texto no nos suelte. Poe pensó en el narrador, definitivamente. De ahí su maestría. Uno piensa en todos los recursos, en lo sumo innovadores, dispuestos para un propósito. Uno se pregunta ¿Si Adolphe Lebon es el asesino, por qué faltan tantas páginas para que termine el cuento? ¿Por qué todo sigue apuntando a que los asesinatos en la rue Morgue se habían sido cometidos por varios hombres, o uno con fuerza sobrehumana? Ya el germen está en nosotros. Hemos comenzado a preguntar. Así, Edgar Allan Poe acaba de crear un nuevo tipo de lector: El desconfiado, curioso e insaciable lector de literatura policíaca.


Isidro Jiménez Guillén

24 de julio, 2014