Desde la pasada Feria
Internacional del Libro de Santo Domingo, he desarrollado una obsesión por la
narrativa de Juan Rulfo. Del autor mexicano, robé un ejemplar de Pedro Paramo. Lo leí muy lentamente, no
por los compromisos paralelos, sino por el efecto que cada oración producía en mí.
Me sentí mal tras finalizarla y miré con desgana el próximo en la lista (pero
eso es otra historia). La capacidad de síntesis, la estética sucia, la
profundidad de los personajes. ¿Quién es el hombre que jodió a García Márquez?
Semanas después y corriendo
por los caminos del PDF, último recurso de los pobres, logré hacerme de la
colección de cuentos El llano en llamas.
No me dejó la misma impresión (ni tiene por qué). Si bien La novela publicada
en 1955 es un tratado sobre la culpa en las distintas esferas de la existencia
(como afirma Thomas C. Lyon en su ensayo
Juan
Rulfo o No hay salvación en la vida ni en la muerte); la compilación de cuentos, editada en 1953, es todo
un álbum fotográfico de la desgracia. Es una desgracia inocente, en ocasiones,
como el caso del cuento Macario. En
otros casos es la justicia, en todo su esplendor, como en el cuento Diles que no me maten.
Mucho se ha dicho del
autor, hijo de la soledad. Aun así, e insolentemente, he pedido a varios
autores que expresen impresiones y experiencias que solo se obtienen cuando la
vida nos hiere con ciertos dioses.
Fernando Berroa (Santo Domingo, 1983. Premio FUNGLODE de Cuento y
Novela 2012):
Juan Rulfo pertenece a la estirpe de los escritores como Cervantes y Joyce, cuya obra es breve, pero tan sobresaliente que los coloca dentro de los dioses de la literatura universal. “El llano en llamas” es una de las mejores colecciones de cuentos de todos los tiempos. No se trata de una hipérbole. La mayoría de autores apenas logran un par de cuentos memorables dentro de toda su producción, los relatos de Rulfo, desde “Dile que no me mates” hasta “Es que somos muy pobres”, son piezas muy cercanas a eso que denominamos perfección. Ni hablar de “Pedro Páramo”, esa novela me dejó loco, es un libro-hechizo, palabras de un demiurgo. Para mí esa novelita es la “m” del boom. Como la leí antes que a Faulkner, marcó mi iniciación en las posibilidades que solo permite un género como la novela. Con Rulfo entendí algo que me marcó para siempre: el respeto a lo vernáculo, asimilar que con un manejo adecuado lo local puede ser universal.
Juan Rulfo pertenece a la estirpe de los escritores como Cervantes y Joyce, cuya obra es breve, pero tan sobresaliente que los coloca dentro de los dioses de la literatura universal. “El llano en llamas” es una de las mejores colecciones de cuentos de todos los tiempos. No se trata de una hipérbole. La mayoría de autores apenas logran un par de cuentos memorables dentro de toda su producción, los relatos de Rulfo, desde “Dile que no me mates” hasta “Es que somos muy pobres”, son piezas muy cercanas a eso que denominamos perfección. Ni hablar de “Pedro Páramo”, esa novela me dejó loco, es un libro-hechizo, palabras de un demiurgo. Para mí esa novelita es la “m” del boom. Como la leí antes que a Faulkner, marcó mi iniciación en las posibilidades que solo permite un género como la novela. Con Rulfo entendí algo que me marcó para siempre: el respeto a lo vernáculo, asimilar que con un manejo adecuado lo local puede ser universal.
Cristiane Grando (Cerquilho-São Paulo, Brasil, 1974. Doctora en
Literatura por la Universidad de São Paulo):
Así como me impresionó la lectura de “Pedro Páramo”, conocer la obra fotográfica de Juan Rulfo fue una experiencia inolvidable. Susan Sontag, autora de “Sobre la fotografía”, dijo: “Juan Rulfo es el mejor fotógrafo que he conocido en Latinoamérica”. Lo que más me llamó la atención al leerlo fue entrar en contato con el poder de la síntesis. En las diferentes ediciones, Rulfo demuestra que su forma de escribir valora la supresión. Así, la obra literaria cobra valor merced al trabajo sobre la síntesis y la unidad textual.
Así como me impresionó la lectura de “Pedro Páramo”, conocer la obra fotográfica de Juan Rulfo fue una experiencia inolvidable. Susan Sontag, autora de “Sobre la fotografía”, dijo: “Juan Rulfo es el mejor fotógrafo que he conocido en Latinoamérica”. Lo que más me llamó la atención al leerlo fue entrar en contato con el poder de la síntesis. En las diferentes ediciones, Rulfo demuestra que su forma de escribir valora la supresión. Así, la obra literaria cobra valor merced al trabajo sobre la síntesis y la unidad textual.
Héctor
Santana (Santo Domingo, 1965. Profesor universitario, Ganador
del XX Concurso de Cuentos de Radio Santa María):
Juan Rulfo
siempre es un grito que no cesa que nos invita a disfrutar de un fogonazo cuyo
ardor se queda dentro a la espera de la vida y sus oportunidades. Leer un texto
de Rulfo debe ser una invitación a desentrañar los entresijos de unos
personajes a los que la vida les negó la felicidad. A veces son capaces de
coquetear con la suerte, si antes la lluvia no viene y se lleva todo. En sus cuentos la idea es no permitirle al lector respirar el aire
enrarecido de la vida y sus conflictos. Rulfo es por mucho un maestro de la
palabra que encarna un prodigioso dominio de los recursos. Dicho de forma
sencilla Rulfo insufla vida a lo que toca con sus textos encumbra lo más
insulso de la vida rural de México y lo convierte en un despliegue de tintes
universales. En conclusión, el autor de Comala es un digno ejemplo de respeto
por la palabra.
Luís Reinaldo
Pérez (Santo Domingo, 1980. Premio FUNGLODE de Poesía 2012)
Juan Rulfo tuvo el don de construir un universo ficcional a pesar de haber escrito una obra que no alcanza las doscientas páginas. En ese puñado de cuentos y esa inolvidable novela (El llano en llamas y Pedro Paramo) Rulfo nos hace vivir la angustia, la desolación, la muerte, el sufrimiento de personajes que encuentran su reflejo en la realidad actual. Podemos también ir destejiendo esa soledad que como un manto cubre a los personajes, la poesía que se esconde tras la muerte y en los parajes desolados que surcan toda su literatura.
Juan Rulfo tuvo el don de construir un universo ficcional a pesar de haber escrito una obra que no alcanza las doscientas páginas. En ese puñado de cuentos y esa inolvidable novela (El llano en llamas y Pedro Paramo) Rulfo nos hace vivir la angustia, la desolación, la muerte, el sufrimiento de personajes que encuentran su reflejo en la realidad actual. Podemos también ir destejiendo esa soledad que como un manto cubre a los personajes, la poesía que se esconde tras la muerte y en los parajes desolados que surcan toda su literatura.
Juan Rulfo es
una de esas figuras interesantes de la literatura latinoamericana. Construyó
Pedro Páramo, un ejemplo de narrativa sólida y compleja, y decoró la
cuentística con la colección “El llano en llamas”: personajes bien construidos,
situaciones llenas de verosimilitud y de imágenes precisas, buen uso de la
lengua. Con su breve aporte a las letras de habla hispana, Rulfo nos dejó a los
narradores nuevos un enorme legado.
Basilio
Belliard (Moca, Espallat, 1966. Director de Gestión Literaria
por el Ministerio de Cultura):
Juan Rulfo demostró
ser un maestro de la narrativa desde el rigor del silencio. Creo un mundo
poblado de personajes muertos, pero de voces vivas, que recrean un paisaje árido
y agreste, representado en Comala, una región imaginaria y fantasmal, que ha
servido de arquetipo a otros narradores de nuestra lengua. Pedro Paramo y El
llano en llamas son dos obras maestras de inagotables lecturas, que lo retratan
como a un autor de estilo poético y creador de personajes, ambientes,
situaciones fantásticas y míticas, como pocos inventores de ficciones
literarias.
Ricardo
Cabrera (Santo Domingo, 1983. Ganador del Concurso de
Literatura Deportiva Profesor Juan Bosch y Premio Nacional Estudiantil de
Ensayo del Ministerio de Deportes, 2009. Ganador en Poesía del Certamen
Nacional para Talleristas 2011)
”Parquedad
estilística” (El arte de Juan Rulfo. Méjico, Instituto Nacional de Bellas
Artes, 1965, página 207.) Pero acento de una realidad inconfundible. La
necrópolis purgante es la idea. Pasos lentos de purgatorio en “Diles que no me
maten”. “Talpa” y ”Nos han dado la tierra” son un eterno caminar en la desesperanza,
búsqueda de la cosa dada por el calor y el ruido de la polvareda. Su praxis es
parquedad estilística. Su camino por el escribir es poco y lento, así su espejo
en la vida real, o ficticia. Fue fotógrafo y dominó la antropología,
ralentizando el espacio a cada golpe de voz. Sus personajes son tan
conformistas o menos de lo que él fue con la literatura. Su modo de vida era
fiel a su opus.
Rulfo es, sin
dudas, el estímulo visual del absurdo diario: El sueño pesando sobre los rifles
“la noche que lo dejaron solo” nos recuerda el valor revolucionario del logos
simple, llano, amargo y cuajado en la comunión del vulgo que persigue una idea,
una necesidad. La soledad en Rulfo es una consecuencia; el escritor es un
demonio desconocido frente a sus creaciones, frente a la realidad creada que lo
supera e inunda. Para escribir hay que terminar copiando a Rulfo y luego, como
quien deja la hoguera, dejarse la piel al dejarlo.