martes, 7 de enero de 2014

Autores amigos, sobre Rulfo

Desde la pasada Feria Internacional del Libro de Santo Domingo, he desarrollado una obsesión por la narrativa de Juan Rulfo. Del autor mexicano, robé un ejemplar de Pedro Paramo. Lo leí muy lentamente, no por los compromisos paralelos, sino por el efecto que cada oración producía en mí. Me sentí mal tras finalizarla y miré con desgana el próximo en la lista (pero eso es otra historia). La capacidad de síntesis, la estética sucia, la profundidad de los personajes. ¿Quién es el hombre que jodió a García Márquez?

Semanas después y corriendo por los caminos del PDF, último recurso de los pobres, logré hacerme de la colección de cuentos El llano en llamas. No me dejó la misma impresión (ni tiene por qué). Si bien La novela publicada en 1955 es un tratado sobre la culpa en las distintas esferas de la existencia (como afirma Thomas C. Lyon en su ensayo Juan Rulfo o No hay salvación en la vida ni en la muerte); la compilación de cuentos, editada en 1953, es todo un álbum fotográfico de la desgracia. Es una desgracia inocente, en ocasiones, como el caso del cuento Macario. En otros casos es la justicia, en todo su esplendor, como en el cuento Diles que no me maten.

Mucho se ha dicho del autor, hijo de la soledad. Aun así, e insolentemente, he pedido a varios autores que expresen impresiones y experiencias que solo se obtienen cuando la vida nos hiere con ciertos dioses.

Fernando Berroa (Santo Domingo, 1983. Premio FUNGLODE de Cuento y Novela 2012):
Juan Rulfo pertenece a la estirpe de los escritores como Cervantes y Joyce, cuya obra es breve, pero tan sobresaliente que los coloca dentro de los dioses de la literatura universal. “El llano en llamas” es una de las mejores colecciones de cuentos de todos los tiempos. No se trata de una hipérbole. La mayoría de autores apenas logran un par de cuentos memorables dentro de toda su producción, los relatos de Rulfo, desde “Dile que no me mates” hasta “Es que somos muy pobres”, son piezas muy cercanas a eso que denominamos perfección. Ni hablar de “Pedro Páramo”, esa novela me dejó loco, es un libro-hechizo, palabras de un demiurgo. Para mí esa novelita es la “m” del boom. Como la leí antes que a Faulkner, marcó mi iniciación en las posibilidades que solo permite un género como la novela. Con Rulfo entendí algo que me marcó para siempre: el respeto a lo vernáculo, asimilar que con un manejo adecuado lo local puede ser universal.

Cristiane Grando (Cerquilho-São Paulo, Brasil, 1974. Doctora en Literatura por la Universidad de São Paulo):
Así como me impresionó la lectura de “Pedro Páramo”, conocer la obra fotográfica de Juan Rulfo fue una experiencia inolvidable. Susan Sontag, autora de “Sobre la fotografía”, dijo: “Juan Rulfo es el mejor fotógrafo que he conocido en Latinoamérica”. Lo que más me llamó la atención al leerlo fue entrar en contato con el poder de la síntesis. En las diferentes ediciones, Rulfo demuestra que su forma de escribir valora la supresión. Así, la obra literaria cobra valor merced al trabajo sobre la síntesis y la unidad textual.

Héctor Santana (Santo Domingo, 1965. Profesor universitario, Ganador del XX Concurso de Cuentos de Radio Santa María):
Juan Rulfo siempre es un grito que no cesa que nos invita a disfrutar de un fogonazo cuyo ardor se queda dentro a la espera de la vida y sus oportunidades. Leer un texto de Rulfo debe ser una invitación a desentrañar los entresijos de unos personajes a los que la vida les negó la felicidad. A veces son capaces de coquetear con la suerte, si antes la lluvia no viene y se lleva todo.  En sus cuentos la idea es  no permitirle al lector respirar el aire enrarecido de la vida y sus conflictos. Rulfo es por mucho un maestro de la palabra que encarna un prodigioso dominio de los recursos. Dicho de forma sencilla Rulfo insufla vida a lo que toca con sus textos encumbra lo más insulso de la vida rural de México y lo convierte en un despliegue de tintes universales. En conclusión, el autor de Comala es un digno ejemplo de respeto por la palabra.

Luís Reinaldo Pérez (Santo Domingo, 1980. Premio FUNGLODE de Poesía 2012)
Juan Rulfo tuvo el don de construir un universo ficcional a pesar de haber escrito una obra que no alcanza las doscientas páginas. En ese puñado de cuentos y esa inolvidable novela (El llano en llamas y Pedro Paramo) Rulfo nos hace vivir la angustia, la desolación, la muerte, el sufrimiento de personajes que encuentran su reflejo en la realidad actual. Podemos también ir destejiendo esa soledad que como un manto cubre a los personajes, la poesía que se esconde tras la muerte y en los parajes desolados que surcan toda su literatura.






Moisés Santana Castro (Santo Domingo, 1984. Escritor, psicólogo y profesor universitario)
Juan Rulfo es una de esas figuras interesantes de la literatura latinoamericana. Construyó Pedro Páramo, un ejemplo de narrativa sólida y compleja, y decoró la cuentística con la colección “El llano en llamas”: personajes bien construidos, situaciones llenas de verosimilitud y de imágenes precisas, buen uso de la lengua. Con su breve aporte a las letras de habla hispana, Rulfo nos dejó a los narradores nuevos un enorme legado.







Basilio Belliard (Moca, Espallat, 1966. Director de Gestión Literaria por el Ministerio de Cultura):
Juan Rulfo demostró ser un maestro de la narrativa desde el rigor del silencio. Creo un mundo poblado de personajes muertos, pero de voces vivas, que recrean un paisaje árido y agreste, representado en Comala, una región imaginaria y fantasmal, que ha servido de arquetipo a otros narradores de nuestra lengua. Pedro Paramo y El llano en llamas son dos obras maestras de inagotables lecturas, que lo retratan como a un autor de estilo poético y creador de personajes, ambientes, situaciones fantásticas y míticas, como pocos inventores de ficciones literarias.

Ricardo Cabrera (Santo Domingo, 1983. Ganador del Concurso de Literatura Deportiva Profesor Juan Bosch y Premio Nacional Estudiantil de Ensayo del Ministerio de Deportes, 2009. Ganador en Poesía del Certamen Nacional para Talleristas 2011)
”Parquedad estilística” (El arte de Juan Rulfo. Méjico, Instituto Nacional de Bellas Artes, 1965, página 207.) Pero acento de una realidad inconfundible. La necrópolis purgante es la idea. Pasos lentos de purgatorio en “Diles que no me maten”. “Talpa” y ”Nos han dado la tierra” son un eterno caminar en la desesperanza, búsqueda de la cosa dada por el calor y el ruido de la polvareda. Su praxis es parquedad estilística. Su camino por el escribir es poco y lento, así su espejo en la vida real, o ficticia. Fue fotógrafo y dominó la antropología, ralentizando el espacio a cada golpe de voz. Sus personajes son tan conformistas o menos de lo que él fue con la literatura. Su modo de vida era fiel a su opus.

Enmanuel A. Peña (Santo Domingo, 1986. Ensayista)
Rulfo es, sin dudas, el estímulo visual del absurdo diario: El sueño pesando sobre los rifles “la noche que lo dejaron solo” nos recuerda el valor revolucionario del logos simple, llano, amargo y cuajado en la comunión del vulgo que persigue una idea, una necesidad. La soledad en Rulfo es una consecuencia; el escritor es un demonio desconocido frente a sus creaciones, frente a la realidad creada que lo supera e inunda. Para escribir hay que terminar copiando a Rulfo y luego, como quien deja la hoguera, dejarse la piel al dejarlo.

José A. Beltrán (Monte Plata, 1989. Escritor)
En una lectura aproximada a Rulfo, el manejo del lenguaje, la violencia y la soledad levantan la mano y golpean el rostro. Personajes que cuentan sus vidas indiferentes a las situaciones que envuelven sus vidas. Así, Macario muestra entre imágenes coloridas, el maltrato que padece y del que es a penas consciente. Pobreza, tradición y tramas envueltas en sombras policromáticas, definen al Llano en Llamas. Pedro Páramo en cambio es una masa de sombra caliente que absorbe mediante una fuerza centrífuga de desaliento y desarraigo.